«Por Rulo»




De pequeño el fútbol me daba igual, pero lo que nunca dejaba de hacer es coleccionar los cromos de fútbol con mi hermano y mi padre. Cada verano, en cuanto llegábamos a nuestro pueblo de Jaén, (Cambil), nuestro padre nos compraba el álbum, y nosotros los cromos. Pero tengo que admitirlo, no era de ningún equipo, solo me gustaban los porteros. Es más, cuando jugábamos al fútbol en la calle, siempre me pedía ser portero; algunas veces era Cedrún, otras González, otras Ochotorena, pero de ningún equipo en particular.

Uno de esos veranos, ya tendría los diez años cumplidos, uno de mis tíos me preguntó de qué equipo era y no supe contestar. Mis primos eran del Real Madrid, alguno del Barça, e incluso del Betis y del Sevilla, aunque su segundo equipo siempre fuera el Real Jaén, pero ni mi hermano ni yo éramos de ningún equipo, y esa pregunta de mi tío me hizo pensar, así que cogí el álbum de cromos, estampas las llaman en Jaén, abrí una página al azar y señalé un jugador.

Andoni Zubizarreta Urreta.

Nunca lo olvidaré. En la foto aparecía con el balón en las manos, rodilla en tierra. Estaba vestido de verde, pantalón corto negro. Y defendía la portería del Fútbol Club Barcelona. Pero eso me daba igual. Me daba igual que al año siguiente ganaran la primera Copa de Europa, yo era de Zubi, e incluso lloraba cuando le metían goles. Mi padre, acérrimo del Real Madrid me pinchaba con cada gol, más de una vez me metí en el lavabo para llorar por los goles que le marcaban. Realmente nunca fui del Barça. Vale, es cierto que tenía banderines, alguna postal, pero nunca me sentí un culé.

Llegó el año 94, y justo cuando acabó la liga, un equipo que vestía de blanco presentó su nueva camiseta. Seguía siendo blanca pero en la publicidad tenía un gran árbol verde y con unas frutas amarillas colgando, a mí me hizo mucha gracia y los llamé los platanitos. Me dio un ataque de risa. Mísero de mí.

Ese mismo año, en mayo, el Barca jugaba una nueva final de Copa de Europa, con Cruyff de entrenador, y siendo favoritos, contra una incipiente Milán de un tal Capello de entrenador. El equipo catalán se las prometía muy felices, hasta que un 4-0 les estalló en la cara.

Yo de todo esto no me enteré, solo recuerdo las lágrimas en cada gol.

Después de ese descalabro vinieron días muy duros, y el gran damnificado fue Zubizarreta. Capitán, con más de 300 partidos en la espalda, despedido. ¿Y dónde se creen que se fue? A los platanitos. Al Valencia CF. Era el destino. Por cierto, ese plátano era una palmera y debajo ponía Comunidad Valenciana. Zubi se fue al Valencia, y yo con él. Ya dije que nunca me sentí culé.

El Valencia era un equipo en crecimiento después de años difíciles, luchaban por meterse en UEFA, aunque todo sea dicho de paso, en aquella época era más difícil, recordad que a la Copa de Europa iban los dos primeros, y 3º y 4º iban a UEFA. Poca broma. Ahora, si el Valencia queda quinto o sexto, es un fracaso.

Aún recuerdo jugadores como Fernando, Poyatos, Voro, etc… Poco faltaba para que aparecieran los mendietas, los farinós, y los piojos.

En esos años yo solo tenía ojos para Zubi, y no admitía que hubiera porteros mejores. Ahora, el tiempo me ha quitado la razón. Buyo era mucho mejor portero, y se hubiera merecido ir a la selección, y aunque sigo pensando que Zubi era un buen portero para su tiempo, y que se le ha enterrado por los errores contra Nigeria, todos los entrenadores que tuvo le pusieron de titular, por algo sería. Liderazgo y carisma tenía.

Y llegó el 98. Yo tenía 17 años. Y Zubi se retira.

¿Y ahora qué? ¿Me volvía al Barça? ¿Me quedaba en el Valencia? ¿Me iba a otro equipo?

Por aquel entonces había conocido a una chica que se había convertido en mi mejor amiga, y que acompañaba a la, antigua, ciudad deportiva del Real Madrid. Ella estaba enamorada de Zamorano, de Redondo, etc… pero yo solo la acompañaba, tengo que admitir que un par de autógrafos pedí, uno de ellos a Contreras, que hasta hace poco tiempo conservé. Es lo que tienen las mudanzas y la obsesión con los porteros. Si mal no recuerdo por allí andaba Illgner, e incluso Raúl. Al principio no me gustaba pero con los años me convertí en raulista. Lo admito, durante unos 6 meses también fui del Real Madrid, e incluso me compré varias postales que colgaba en la pared de mi litera. Pero, pasadas las semanas, y después del placer, vino la bofetada de realidad, no me sentía madridista, como tampoco me sentí culé, y me volví al Valencia.

Justo el año que ganamos la Copa del Rey al Atlético de Madrid con aquel gol de Mendieta.

Casi todo el mundo sabía el equipo de memoria, Cañizares, Angloma, Djukic, Roche, Carboni, Mendieta, Milla, Farinós, Angulo, Piojo, Ilie. (Con alguna variante que otra)

Si la hubiera ganado el Real Madrid o el Barça hubiera sido una copa más, para el Valencia era como tocar el cielo. Y me di cuenta que mi lugar era con los Chés. Creo que fue ese mismo año la primera vez que los vi jugar en el Vicente Calderón, fue con un amigoy flipé.

Pasaron los años; las dos finales de copa de Europa pérdidas, hitos que nunca más se creían repetir, se olvidaron con el doblete de Benítez.

Con otro equipo de ensueño;

Cañizares, Curro, Ayala, Marchena, (Pellegrino), Carboni, Rufete, Albelda, Baraja, Vicente, Mista (Aimar) y Angulo

El resto es historia. Pero quiero contarles el último episodio.

Fue en el año 2019, y con 38 años cuando pisé por primera vez Mestalla.

Había ido a verlos en el Calderón, en el Bernabéu e incluso al campo del Rayo, pero nunca había ido a Mestalla, bueno, nunca había ido a Valencia.

El año pasado, mi mujer y yo queríamos ir a la playa con nuestro hijo de 4 años, y sugerí la idea de ir a Valencia, solo un mes después de ganar la 8ª Copa del rey.

Me había organizado ese día para mí solo, primero iba a ir a la librería París-Valencia, a la que había pedido tantos libros por correo en los años anteriores, y justo a las 17,30 iba a hacer una visita guiada a Mestalla.

Salí de la parada de Metro Aragón, y allí estaba. Como si siempre hubiera estado allí, esperándome. Incrustada entre edificios. Me recreé admirando ese estadio que tantas veces había visto por televisión. El estadio más viejo de toda la primera división. Con la bobada, llegué a las puertas a las 17,40, cuando ya había empezado el tour. De todas formas me acerqué a las taquillas para preguntar si podía dar una vuelta. El taquillero, con una enorme sonrisa, me dijo: -Te estábamos esperando.- Yo me quedé sorprendido. No había hecho reservas ni nada, iba a pelo. – Te hemos visto bajar por la calle como un niño, embobado y hemos sabido que venías a vernos- Qué cabrones.

Imagen: Estadio del Valencia C.F – Mestalla

Y entré. Disfruté como un enano, de todos los aficionados que estaban en el tour yo era el único valencianista, creo recordar que había un padre y su hijo que era de la Juve, dos del Real Madrid, uno del Barça, una madre obligada por su hijo pero no recuerdo de que equipo.

El guía nos hablaba de la historia del Valencia, de la estatua de Vicente Navarro, yo todas esas cosas ya las sabía, no podía más que sonreír e intentar memorizar aquel momento. El guía, un chico muy joven, nos dijo que hiciéramos las fotos que quisiéramos, yo simplemente me senté en las gradas, y observé. Extrañado se acercó a mí y me preguntó, yo le dije que era de Madrid, y que llevaba soñando con ese momento casi 20 años. Que no se hacía la idea de lo difícil que es ser del Valencia en Madrid.

Mi hijo y yo solemos salir al parque a jugar al fútbol, tiene maneras de defensa bronco, el otro día le compré su primer álbum de cromos, y así continuar con esa tradición que empezó mi padre.

Cuando estábamos pegando los cromos me dijo, – Papá, yo soy de ese equipo. Del Real Madrid.

Viva el Karma.