Las redes sociales: el espejismo de la perfección y la trampa de la comparación.


Hoy nos sumergimos en un tema espinoso y algo peligroso: la verdad (o la falta de ella) en las redes sociales. Ya no es novedad que lo que vemos en Instagram, Facebook, TikTok y demás plataformas, muchas veces, no es más que un espejismo cuidadosamente construido para vendernos una versión edulcorada de la realidad. ¡Sí, amigxs! Lo que te muestran en ocasiones no es más que un montaje, una obra de teatro donde todos son felices, ricxs, guapxs y, por supuesto, jamás les sale un grano o tienen un mal día. Es como si viviéramos en una película de Hollywood, pero con actorxs de quinta que apenas saben manejar el guión de sus propias vidas.

Nos venden la «moto» en muchas ocasiones

En el último mes, hemos sido testigos de rupturas amorosas que, de no haberlas visto con nuestros propios ojos, nadie las creería. Parejas que nos vendían el cuento del «amor eterno», compartiendo fotos abrazados, con pies en la arena y sonrisas de comercial de pasta de dientes, y que, de la noche a la mañana, pasan del “no nos vamos a separar nunca” a un divorcio fulminante. Pero claro, como dice el viejo refrán: no es oro todo lo que reluce, y vaya si es cierto. Esas vidas perfectas que nos restriegan en la cara no son más que una farsa, un circo donde el truco consiste en hacerte creer que lo suyo es auténtico, cuando en realidad no es más que humo y espejos.

Cada vez que abrimos nuestra app de Instagram, nos bombardean con una oleada de imágenes y reels de gente que parece tenerlo todo: la puesta de sol perfecta, la comida más exquisita, los vinos más caros y los viajes a destinos paradisíacos. ¡Ah, y no nos olvidemos de esos cochazos de lujo que nos hacen babear! Es fácil caer en la trampa, pensar que su vida es un cuento de hadas mientras nosotros estamos aquí, comiendo «chope» instantáneo y contando las monedas para llegar a fin de mes. Pero, ¿qué hay realmente detrás de esas imágenes? Pues bien, muchas veces, lo que se esconde es una vida muy distinta a la que nos hacen creer. No todo es tan idílico como lo pintan.

Es cierto que todos queremos compartir momentos especiales, pero parece que hoy en día existe una presión malsana por tener que mostrar constantemente lo mejor de nosotros, y peor aún, fingir que todo es perfecto. ¡Qué patético! A veces, uno se pregunta si esa gente realmente disfruta de esos momentos o si solo están pensando en el siguiente post que les hará ganar más likes. Y aquí es donde todo se vuelve tóxico. Hace unos días, una seguidora de nuestras redes sociales compartió una reflexión que nos hizo pensar: decía que cada vez que abría Instagram, sentía una mezcla de estrés y depresión al compararse con las vidas perfectas que veía en la plataforma. Le entraba ansiedad de no estar aprovechando el verano, de no hacer más planes, más viajes, pero claro, su economía se lo impedía.

Esta es la trampa en la que muchos caemos. Nos comparamos con gente que vive una vida de fantasía, cuando en realidad ni siquiera sabemos si todo eso es cierto. Nos frustramos por no poder tener ese coche de lujo, esa casa en la playa o ese estilo de vida que parece sacado de un catálogo de lujo. Pero lo que no vemos es que, muchas veces, detrás de esa fachada perfecta, hay personas que están igual o más jodidas que nosotros. Gente que, mientras posa para la cámara con una sonrisa de oreja a oreja, por dentro está más triste que un perro abandonado.

Así que, ¡basta de comparaciones absurdas! Las redes sociales están bien para echar un vistazo rápido, reírse de algún meme o ponerse al día con los amigos, pero jamás debemos tomar todo lo que vemos como la verdad absoluta. No te compares, y mucho menos intentes imitar una vida perfecta que, en la mayoría de los casos, no existe. No sabemos lo que hay detrás de esa foto que acumula miles de likes, pero lo que sí sabemos es que no hay que tomarse todo tan en serio.

Nosotros, por ejemplo, nos mostramos tal como somos. No tenemos un duro, pero seguimos con nuestros sueños y nuestras ganas de hacer las cosas a nuestro ritmo, sin presiones ni prisas. Claro que quisiéramos ser una revista top en Madrid, ¡quién no! Pero sabemos que llegaremos, y mientras tanto, disfrutamos del camino. La vida no se trata de fingir para impresionar a otros, sino de hacer lo que te gusta y disfrutar de cada momento, con sus imperfecciones y todo. Porque al final del día, la imperfección también tiene su encanto, y es lo que nos hace únicos.

Así que ya lo sabes, canalla: vive a tu manera, sin compararte ni fingir. Porque la vida real, con sus altos y bajos, es mucho más interesante que cualquier cuento de hadas de Instagram. ¡Y que vivan las imperfecciones, joder!